20 febrero, 2015

Diversidad cultural en las altas esferas: rompiendo el techo de cristal

El término “techo de cristal” empezó a utilizarse a finales de los años 80 del siglo XX como metáfora de la imposibilidad latente y velada de las mujeres para acceder a puestos directivos o de alta responsabilidad dentro de las empresas. Ese imaginario techo que, aún en nuestros días, sigue limitando la proyección profesional plena y en igualdad de las mujeres dentro de sus ámbitos de trabajo se ha extrapolado con el paso del tiempo a otros sectores de la población.
 
Uno de estos sectores, tal vez el más afectado por la barrera que establece la existencia invisible pero real de ese “techo de cristal”, es el de las personas de diferentes culturas o/y nacionalidades dentro de las empresas de nuestro contexto geográfico, social y económico. Empresas, por tanto, con acceso a las comunicaciones a nivel mundial, al mercado global de trabajo y a unas posibilidades de negocio potenciales sin límites espaciales y culturales.

Nos encontramos, una vez más, con una clara incongruencia que coarta la capacidad expansiva de estas empresas: un concepto empresarial restrictivo, localista, rígido y homogeneizador  para operar dentro de la economía global. Parece claro que solo permitiendo el desarrollo pleno de todas las posibilidades que plantea la diversidad cultural dentro de las empresas les será dado a estas poder comprender, abarcar y afrontar con garantía de éxito los retos y las oportunidades que surgen en el actual contexto económico. La existencia de un “techo de cristal” contra el que se estrellan capacidades y visiones diversas, miradas y puntos de vista diferentes, etc., no es el mejor punto de partida para ser competitivos o todo lo competitivos que podríamos ser.

Al dirigir nuestra mirada hacia las grandes compañías españolas nos encontramos con la constatación de la existencia de esta barrera tácita que limita la composición de sus equipos directivos y juntas de administración, lo que implica una importante rémora a la capacidad de adaptación de estas empresas a las posibilidades abiertas que ofrece la sociedad de nuestro tiempo; una sociedad diversa y cada vez más plural. El panorama no es mucho más halagüeño a este respecto si echamos un vistazo a otros países de nuestro entorno: se cuenta con la diversidad cultural pero solo hasta cierto punto, a partir del cual la puerta permanece cerrada a cal y canto. Sin embargo, un reciente estudio presentado por el prestigioso The Financial Times, nos muestra que sí hay economías capaces de interpretar con mayor profundidad las presentes circunstancias, atreviéndose a hacer añicos ese “techo de cristal”. En concreto, el análisis se refiere a las más importantes corporaciones británicas, en las que la presencia de directivos de otras nacionalidades casi roza el 50% de la composición total de sus juntas de gobierno; abarcando este perfil incluso a un porcentaje muy elevado de los cargos presidenciales de dichas entidades. Ante el modelo limitativo y endogámico por el que siguen apostando gran parte de las empresas de muchos países del primer mundo, se impone esta forma británica de otorgar el poder y la capacidad de decisión a la diversidad, la diferencia y la riqueza cultural.