25 junio, 2021

LA HISTORIA DE FAVER

Faver llegó a España en febrero de 2020. Su decisión estaba motivada por su deseo de reunirse con su mujer y comenzar de nuevo una vida juntos.

La entrada en España fue la primera gran dificultad que se encontraría en el proceso. “Tuve problemas a la llegada al aeropuerto. Me retuvieron como tres horas”, manifiesta. Las escasas vías de entrada existentes, y las dificultades en el acceso, hacen que miles de personas pongan en riesgo su vida, bloqueando su derecho a la libre circulación y provocando que quienes dejan sus países se vean obligadas a realizar travesías cada vez más largas  e inseguras. A pesar de que en el imaginario colectivo, motivado en gran parte por el discurso público, las entradas se realizan por Frontera Sur, la realidad es que las fronteras terrestres o marítimas no son ni las únicas ni las mayoritarias para llegar a España, sino que en muchas ocasiones la entrada tiene lugar por vía aérea, es decir, aeropuertos.

A las dificultades de entrada, pronto se sumaría también la imposibilidad de encontrar trabajo: “Al mes de estar en España se decretó el confinamiento por la crisis sanitaria, y fue imposible encontrar trabajo”. Como a Faver, la pandemia y el confinamiento dejaron a miles de personas migrantes que se encontraban en situación irregular en una situación de extrema vulnerabilidad.

La crisis sanitaria mostró la realidad de miles de personas que todavía hoy no tienen reconocidos sus derechos y que, por tanto, continuaron excluidas de las medidas de emergencia adoptadas ante la crisis sanitaria provocada por el coronavirus: familias que se quedaron sin ingresos, contratos temporales, sin posibilidad de ERTES ni subsidio por desempleo, personas que realizaban trabajos en la economía sumergida, quienes han llegado a España huyendo de su país y la paralización del sistema de acogida las ha dejó desprotegidas…

La realidad socioeconómica resultante de esta crisis hace que los requisitos actuales para regularizar su situación administrativa en España sean totalmente incoherentes, no solo porque tengan que esperar tres años en los que no cuentan con permiso de trabajo ni residencia, sino porque encontrar un empleo a jornada completa durante un año parece una utopía en esta situación, lo que genera una situación de gran vulnerabilidad en la que cubrir las necesidades más básicas de un persona se convierte en una odisea.

De hecho, el desempleo de larga duración es una realidad que ha acompañado a la mayoría de las personas que deciden retornar o que se han interesado por el programa. “Tomamos la decisión de acogernos al programa de Retorno Voluntario cuando vi que no podíamos mantenernos, ni siquiera cubrir lo básico”, asegura. Para ello, se puso en contacto con Murcia Acoge, desde donde le informaron y asesoraron en el proceso.

Tras el regreso a su país, ambos han logrado encontrar un empleo y, además, han podido reunirse de nuevo con su familia, ya que como la mayoría de personas que retornan habían dejado atrás a sus familiares y amigos, una red de apoyo con la que no contaban en España.