22 diciembre, 2016

Competencias interculturales para un mundo que se mueve.

Uno de los fenómenos capitales que definen nuestro tiempo es la trascendencia y repercusión global del hecho migratorio. Nunca fue tan real, como lo es en nuestros días, la posibilidad de movilidad de millones de personas con el fin de desarrollarse en contextos geográficos diferentes a aquellos en los que nacieron.

 

Las implicaciones de la inmigración alcanzan, de igual modo, a las personas que, sin ser propiamente inmigrantes, se relacionan y trabajan en sus países de origen con quienes sí lo son. La exponencial evolución que han alcanzado los medios de transporte a lo largo de la historia y, sobre todo, la auténtica revolución experimentada en el campo de las telecomunicaciones, facilitan la realización de la ancestral aspiración humana de viajar (material e inmaterialmente) y relacionarse con otras culturas en busca de las condiciones más favorables para el desarrollo de la vida.

Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que todos somos protagonistas (activa o pasivamente) del hecho migratorio, motivo sobrado para exigirnos saber extraer el máximo provecho de esta circunstancia, aprendiendo a adaptarnos a las particularidades de la interactuación con culturas diferentes a la nuestra. La sociedad actual no puede explicarse sin la necesidad del éxito en las relaciones entre las diversas culturas a todos los niveles de la actividad humana. Teniendo en cuenta que una de las piedras angulares sobre la que se edifica dicha actividad es la que concierne al entorno de la empresa y del trabajo, urge tomar cartas en el asunto y prepararnos para ser operativos, eficaces y hábiles en nuestras competencias interculturales.

Adquirir competencias y habilidades culturales para poder ser efectivos en un mercado global se ha convertido en una de las principales aspiraciones (y también en una de las carencias más constatables) de gran parte de los actores del ámbito empresarial. Las empresas, con independencia de su dimensión o sector productivo, buscan profesionales que sepan desenvolverse con éxito en cualquier plano cultural; necesitan líderes capaces de dirigir a equipos heterogéneos, pero también a trabajadores y trabajadoras aptos para ser eficaces y productivos en contextos multiculturales.

La efectividad y el éxito de nuestras relaciones interculturales requieren de un proceso de aprendizaje y del ejercicio constante de las habilidades necesarias para lograr entender otras culturas y, al mismo tiempo, llegar a ser entendidos y tener incidencia real sobre los miembros de estas. El punto de partida para alcanzar cierta soltura en este aspecto viene dado por nuestra capacidad para comprender y relativizar nuestra propia cultura. Saber mirarnos desde fuera para poder explicarnos por qué pensamos y actuamos como lo hacemos, cuál es el sustrato en el que se asientan las profundas creencias que motivan nuestro sistema de valores y qué normas aplicamos para mantenerlo. Una vez que seamos capaces de diseccionarnos a nosotros mismos en términos de cultura, estaremos preparados para poder penetrar y desentrañar los factores que hacen que personas de otros lugares del mundo piensen y actúen de diferente manera ante los mismos estímulos (y también personas de otras etnias, pertenecientes a distintas generaciones, marcos sociales, religiosos, formativos… y, en definitiva, con diversas circunstancias vitales: la cultura es un concepto transversal que abarca mucho más que la mera pertenencia a un ámbito territorial). Si somos capaces de adquirir la sensibilidad necesaria para entender qué es la cultura (la propia y la de los demás) nos hallaremos en el punto de partida para actuar de forma eficiente en la nueva esfera mundial de las relaciones sociales y laborales. A partir de ahí entrarán en juego nuestras competencias comprensoras, empáticas, adaptativas, intuitivas… En definitiva, nuestro talento y constancia para mantener siempre en forma la musculatura de la inteligencia cultural.
El 18 de diciembre se celebra el Día Internacional del Migrante y queremos aprovechar la ocasión para tomar conciencia de que nos ha tocado habitar un mundo y una época en pleno movimiento, en los que, de una u otra forma, todos nos relacionamos con el fenómeno migratorio y, por tanto, deberíamos de estar preparados para asumir los retos y las exigencias que plantean la interacción entre diferentes culturas.

Enrique Garcés
Especialista en Diversidad e Inclusión de Red Acoge.